El presidente se equivoca. Sí, lo hace y muy seguido. Equivocarse es de humanos, y él es humano; no es un santo ni un ídolo para estar exento de errar. El problema no es cometer errores, sino en no reconocer cuando se comete un error propio.
En la mañanera del día 6 de febrero del 2020, el presidente dió una de sus tantas declaraciones polémicas. No es de extrañar después de las últimas como la rifa del avión presidencial y la eliminación de los puentes vacacionales, polémicas que sirven para no tocar temas como el nulo crecimiento económico, la crisis en el sector salud, violencia, feminicidios, manifestaciones, reservación de información por 5 años de todo lo que está haciendo su gobierno, la guardia nacional operando como una franquicia de la Border Patrol estadounidense, entre muchos otros temas que logra tapar fácilmente con sus ocurrencias.
Sin embargo, la mañanera de ayer fue diferente, porque en menos de un minuto el presidente se equivocó dos veces.
El primer error fue de pronunciación. La manera correcta es «votaste» en lugar de «votastes». Este es un error muy común en la sociedad mexicana. Sin embargo, no sólo preocupa que el presidente de la República hable de esa forma, sino que alguien que ha escrito más de 17 libros tenga esos errores de pronunciación.
El segundo, que me parece más grave todavía, es el que el presidente piense que el derecho de un individuo para cuestionarlo depende de si votó por él o no. Parece que al presidente se le olvida que el cargo que tiene hoy no es el de candidato de Morena.
Al presidente se le olvida que no gobierna solamente para 30 millones de personas, sino para los 127 millones de mexicanos que viven aquí; incluidos los niños con cáncer y las personas que dependían de los comedores comunitarios para alimentarse. También, dentro de esos 127 millones de mexicanos están los que votaron por Jose Antonio Meade, Ricardo Anaya, Jaime Rodríguez «El Bronco», quienes anularon su voto, los que no fueron a votar… todos estamos en el mismo barco y nada podemos hacer para cambiar eso. Quienes no votaron por él lo entienden, pero él no.
30 millones de votos te pueden legitimar para ser presidente de México, pero no para creerte incuestionable. Aún así, bajo la lógica de López Obrador, quienes votaron por él y lo cuestionan tampoco tienen derecho de hacerlo. Sólo está contento con quienes todo le aplauden y todo le defienden. De esos aún hay muchos, aunque el presidente no los conozca y quizás jamás lo haga.
Víctor Trujillo votó por él, porque quería un cambio, algo diferente. Y a pesar de que fue uno de sus principales promotores y hoy le reclama, al presidente no le va a importar.
El presidente se está quedando sordo (más de lo que ya estaba), para él sólo existe una verdad, una realidad… la que vive en su cabeza.
¿Te imaginas qué reacciones hubiera generado Enrique Peña Nieto de haberle dicho algo similar a cualquier mexicano? ¡El propio López Obrador se hubiera retorcido en rabia por algo así!
Pero hoy, hoy no importa, no aplica, para la cuarta transformación eso no tiene cabida.
Tener como Jefe de Estado a alguien quien pretende condicionar el derecho de ser cuestionarlo por ser gobernante, no sólo es peligroso, es un error inadmisible.
Pero, ¿Para qué nos preocupamos? Si tenemos a un presidente que nos hace reír con sus ocurrencias y sus burlas a quienes lo cuestionan? ¿Qué es lo peor que podría pasar?
José Andrés ha escrito en La Litera.
Fuentes bibliográficas:
Brooks, D. (2018). AMLO: ¿cómo son y de qué tratan los 17 libros que ha publicado López Obrador?. 7 de febrero del 2020, de BBC Sitio web: https://www.bbc.com/mundo/noticias-45335480