Vivir en el error

Los taxistas exigen sólo una cosa: el fin de las aplicaciones como Uber, Didi, Cabify… Por eso realizan bloqueos y caos vial en la Ciudad de México; lo hicieron en junio y lo volvieron a hacer hoy. Pero, ¿en realidad es justo o justificado lo que están pidiendo?

Si bien es cierto que las aplicaciones en general han beneficiado a unos y perjudicado a otros, pero en la mayoría de los casos es la tecnología la que facilita el trabajo a las empresas y beneficia al consumidor; y es ese último quien siempre tendrá la última palabra.

Muchos culpan a Netflix de el cierre de Blockbuster, como si su simple existencia fuera la sentencia. Pero lo que no se ve es que en realidad Netflix buscó satisfacer a los clientes en lugar de a ellos mismos. Mientras Blockbuster castigaba a sus clientes por devolver películas después de la fecha fijada, Netflix le entregaba primero a sus usuarios las películas que querían vía correo postal y después en su plataforma de streaming… ¡todo sin la necesidad de hacer salir a los usuarios de sus casas! Blockbuster nunca reaccionó y por eso cerró, por negarse a la tecnología y por poner sus necesidades primero antes que las de sus clientes.

Con las aplicaciones de movilidad pasa exactamente lo mismo. Detectaron todo lo negativo que existía en el servicio tradicional de taxis; problemas para encontrar alguno a tiempo, tarifas excesivas y cobradas por antojo de los conductores, limitantes en los destinos (el famoso «no voy para allá, joven«), la inseguridad por asaltos realizados por los propios choferes, el mal estado de las unidades y demás fallas son las que Uber en su momento detectó para ofrecer su modelo de negocio. De ahí se sumaron más aplicaciones que aprendían de los errores de los taxistas y del propio Uber, como las tarifas dinámicas o la falta en su momento de medidas más estrictas de seguridad como los botones de pánico.

Todos esos cambios en poco tiempo han sido una gran bocanada de aire fresco para los usuarios y un verdadero tormento para los taxistas más radicales y de huesos colorados. Como en todo, hay policías honrados y corruptos, maestros comprometidos y aviadores, y taxistas que priorizan al usuario y otros que se priorizan a ellos mismos.

Vivir en el pasado es vivir en el error. Los taxistas que estaban en Reforma no están discutiendo cómo mejorar sus servicios para ser más competitivos frente a las aplicaciones de movilidad; están unidos porque quieren quitar definitivamente a su competencia.

Para ser justos, un taxista la tiene más difícil porque tiene que pagar muchos permisos para poder operar. Empezando por ahí, el reclamo debería ser entonces a la secretaría de movilidad para exigir las mismas reglas, pero sin buscar afectar a la competencia. No buscan normativas igualitarias para todas las partes, sólo buscan que sea tan difícil para su competencia… o de plano eliminarlos de lo que ellos consideran su territorio.

¿Quién gana en todo esto? Paradójicamente, Uber, Cabify, Didi, Beat y todas las aplicaciones de transporte que operan en la ciudad, porque mientras los taxistas dejan de ofrecer sus servicios para bloquear la avenida más importante de la ciudad, la competencia a la que tanto buscan perjudicar se está llevando a todos los usuarios que necesitan moverse; además de el desencanto que generan en los consumidores, ya que con estos paros han ratificado la decisión de muchos a no volver a subirse jamás a un taxi.

La clave del éxito de cualquier negocio es la satisfacción del consumidor, ya que eso facilitará una fidelización del cliente, para que no voltee a ver a nadie más y te recomiende, le apasione estar contigo.

Hoy en la mañana escuché al líder del movimiento nacional taxista quejarse por la cantidad de camaradas suyos que han tenido que darse de baja por no poder competir con las aplicaciones. El pensamiento de un líder moderno que está al frente de una empresa con una situación similar, sería el de buscar qué ofrece la competencia que no estén ofreciendo y qué pueden ofrecer que la competencia no. En cambio, el pensamiento del movimiento nacional taxista es, de plano, prohibir la competencia para no invertir o esforzarse en lo más mínimo a mejorar; para ellos es mejor fomentar un monopolio y sindicalizarse como se hacía en el México de ayer, a aceptar la realidad y sumar todas sus fuerzas para competir. Vivir en el pasado es vivir en el error.

Al final, el consumidor es el que manda, y en el ridículo caso que lograran su objetivo (eliminar la presencia de las aplicaciones de movilidad), los usuarios optarán por otras alternativas como el metro, metrobus, tren suburbano… Y en esa búsqueda habrá nuevos emprendedores que, ante esa realidad delirante, encontrarán una nueva oportunidad de negocio y le presentarán al mercado un nuevo servicio que mejore lo que existe.

Si los taxistas de verdad quieren que les vaya bien, deben entender que no habrá gobierno, acuerdo ni prohibición que le quite el poder al consumidor.

Apreciables taxistas, el usuario es primero.

 

José Andrés

José Andrés ha escrito en La Litera.

 

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