Dos décadas, cuatro lustros, 20 primaveras, el segundo piso… tantas formas de decirle y una sola para llegar ahí.
Y es que, con motivo de mi cumpleaños número 20, he reflexionado en estos últimos días sobre todo lo que vivido en este tiempo; y he llegado una conclusión… estoy muy agradecido.
Viví una infancia plena, tuve la oportunidad de ser un niño feliz, sin carencias, que pudo jugar todo el tiempo que quiso; pero sobre todo, desde pequeño fui consiente de esa dicha, desde entonces entendía el dolor de las personas que carecen de un techo dónde dormir, y hasta la fecha es un sentimiento que me conmueve y me mueve a ser mejor persona para poder transformar el mundo de quienes menos tienen.
Mi adolescencia fue, como todas, bastante extraña; es una época donde te transformas tan rápido que sin darte cuenta inicias el camino para formar tu propia identidad; pero a pesar de esos cambios, tuve también una adolescencia sana.
Ahora, en lo que más pienso es en las personas que he conocido a lo largo de estos 20 años, las que se han ido y las que aún permanecen conmigo, las que pasaron sin gran relevancia y las que me han enseñado lecciones de vida, amigos que eventualmente se han convertido en familia, personas sin aspiraciones y personas con las que sé que podré cambiar el mundo. He conocido un poco de todo.
Las personas, los buenos y malos momentos que he pasado, mis errores y mis logros me han convertido en la persona que soy el día de hoy. Estoy agradecido y preparado para seguir viviendo experiencias. Gracias, querido lector, por formar parte de mi vida; te invito a seguir aquí.
José Andrés ha escrito en La Litera.