Para nadie es un secreto que los mexicanos se quejan todos los días de sus gobernantes, la mayoría cree que se oye y ve intelectual, rebelde y antisistema por mentarle la madre a quien preside el Poder Ejecutivo.
Las redes sociales han proliferado esta clase de gente, que confunde la libertad de expresión con decir cualquier tontería; la política mexicana en México es tratada en redes sociales de una forma bastante infantil, decirle pendejo a Peña Nieto es costumbre, decirle alcohólico y asesino a Calderón, también; pero atreverte a tan sólo cuestionar a López Obrador, es firmar tu sentencia de «vendido» o «Peñabot». Es por eso que la crítica política aún está en pañales, porque muchas personas no son capaces de debatir correctamente; siempre dan los mismos argumentos, se rehúsan a escuchar completamente la palabra de quien no piensa igual que ellos, para al final agredirlo o darle un sobrenombre despectivo; tal y como discuten los niños.
Pero, independientemente de las preferencias políticas de cada quién, hay algo que no se debe perder; no sólo entre políticos y ciudadanos, también entre seres humanos; hablo del respeto. El 12 de Diciembre de 2016 falleció la madre del expresidente Felipe Calderón, una noticia sin lugar a dudas muy dolosa; pero lo que me impresionó fue la cantidad de comentarios tanto en Facebook como en Twitter, que decían en su mayoría algo como «Este tipo nunca tuvo madre» o comparando las muertes por la guerra contra el narco con el tema. Sin importar si fuera Calderón, Salinas, Obrador, Mancera o cualquier otra persona, me indigna que exista gente con tan poco respeto hacia algo tan importante como lo es una madre, sobre todo si se habla de su pérdida.
Se podrán decir muchas cosas de Calderón, y de hecho, ha estado en todos lados últimamente; ya sea por la pre campaña presidencial de su esposa, los 10 años de la guerra contra en narcotráfico, la petición del ejército de retirarse de las calles; pero nada justifica el hacer menos la muerte de una persona. Sea una terrible coincidencia, o incluso una estrategia política, al más puro estilo de House Of Cards, nadie tiene derecho a menospreciar una vida.
No por ser la madre de un expresidente significa que su muerte sea más dolorosa que las vidas perdidas durante la guerra contra el narco, de hecho no tendría que existir una comparación. Es hora de que la sociedad mexicana aprenda a diferenciar entre la vida política y la personal, que por más vida pública que sea, merece respeto por esos hechos dolosos que llegan sin avisar; la muerte no es motivo de alegría, si nuestra sociedad civil cree lo contrario, que no se sorprendan por la insensibilidad de los gobernantes hacia su pueblo.
José Andrés ha escrito en La Litera.
Fotos cortesía de:
Fernando Espinoza
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